En muchos casos, la alimentación quisquillosa es algo que se puede prevenir; sin embargo, algunos niños lucharán con la alimentación quisquillosa sin importar lo que hagas. Cada niño(a) trae consigo a la mesa su cuerpo, temperamento, procesamiento sensorial, habilidades motoras orales, digestión y sistemas corporales que son únicos. Estos factores no sólo afectan cómo se siente el/la niño(a) al respecto de la comida, sino también cuán sensible es al estrés, cuán fácilmente se desregula y cuán flexible es. Las investigaciones demuestran que si un(a) niño(a) tiene retrasos en el desarrollo o problemas con el procesamiento sensorial, es más probable que presente una alimentación quisquillosa en lugar de presentar la selectividad alimentaria típica de los niños pequeños.
Es muy raro que un(a) bebé presente lo que conocemos como “”alimentación quisquillosa”. Antes de los 12 meses de edad, un(a) bebé apenas comienza a aprender sobre la comida sólida y cómo funciona. Casi siempre hay algunos desafíos naturales al comienzo y generalmente no son motivo de preocupación. Aprender a comer requiere de mucho tiempo y práctica.
Cuando se nos pregunta si un(a) bebé es quisquilloso(a) o un “picky eater”, asumimos que lo que realmente necesita es paciencia, no presión. Sin embargo, si has estado trayendo al/a bebé a la mesa de forma regular durante aproximadamente un mes y no muestra signos de éxito o progreso, puede que sea el momento de buscar soluciones. Consulta nuestra guía Cómo responder al rechazo de los alimentos en los bebés para saber cómo afrontar los desafíos más comunes.
La alimentación quisquillosa tiende a aparecer durante la infancia y muchas veces se confunde con la selectividad alimentaria, que es una etapa natural del desarrollo que normalmente comienza en el segundo año de vida. La alimentación quisquillosa va más allá de la selectividad alimentaria. La alimentación quisquillosa va más allá de la selectividad típica.
La alimentación quisquillosa muchas veces está relacionada con emociones de ansiedad o miedo hacia la comida y a la hora de comer y a problemas subyacentes relacionados con el procesamiento sensorial o un retraso en el desarrollo. Visita nuestro artículo, Alimentación quisquillosa vs selectividad alimentaria para leer más acerca de las diferencias.
El prevenir la alimentación quisquillosa comienza desde la infancia. Si el/la bebé aprende que las horas de comida son momentos alegres y para socializar, la etapa de selectividad alimentaria será más corta cuando se convierta en un(a) niño(a) pequeño(a).
En nuestro trabajo clínico como profesionales pediátricos, hemos apoyado a muchos niños a través de su experiencia con la alimentación quisquillosa y también hemos ayudado a prevenir la alimentación quisquillosa siguiendo los pasos a continuación:
Crea un ambiente positivo a la hora de comer
Controla lo que puedes controlar y deja ir lo que no puedes controlar
Establece y mantén un horario de comidas
Las investigaciones muestran que uno de los pasos más importantes que puedes tomar para evitar que los niños pequeños se vuelvan quisquillosos para comer o “picky eaters” es crear un ambiente positivo a la hora de comer.
Míralo de esta forma: si quieres que un(a) bebé se convierta en un(a) niño(a) al que le guste nadar o jugar al fútbol, querrás pasar muchas horas con él/ella, mostrándole lo divertidas que pueden ser esas actividades. Quieres que descubran de forma natural, a través de la exposición positiva regular, que una actividad es interesante y divertida. Empujar, presionar y forzar a hacer algo, casi siempre eliminan el placer de la actividad.
Lo mismo ocurre con la comida y las horas de comer. A continuación, te compartimos algunas ideas para comenzar. Para obtener una hoja completa con estrategias para crear un ambiente positivo durante las comidas, consulta nuestra guía Qué hacer y no hacer con los niños en la mesa.
Coman juntos cuando sea posible.
Cuando sea posible, come junto con el/la niño(a) y sírvele la misma comida que tú estás comiendo, modificada de una manera que sea segura y apropiada según sus habilidades de alimentación. Pocas cosas son tan poderosas para prevenir la alimentación quisquillosa como comer juntos durante los años de la niñez. Las investigaciones sugieren que comer una comida familiar sólo tres veces por semana es suficiente para obtener beneficios, tales como reducir la alimentación quisquillosa, una mejor salud mental, mejores calificaciones y resiliencia a medida que el/la niño(a) crece. Incluso si planeas comer a otra hora, disfrutar de unas probaditas de la misma comida junto con el/la niño(a), es invaluable.
Crea un ambiente positivo a la hora de comer.
Trata de llegar a cada comida con una actitud tranquila y positiva y socializar en la mesa. Demuestra cuánto disfrutas de la comida y de estar en compañía del/a niño(a). Si es posible, pon música relajante de fondo. Dale espacio al/a niño(a) para descubrir cómo comer siguiendo su propio ritmo dentro de este entorno social de apoyo. Crear un entorno así contribuye en gran medida a evitar que los niños sean quisquillosos con la comida en el futuro.
Fomenta la curiosidad y la alegría de explorar en la mesa.
Los bebés son exploradores por naturaleza y la mayor parte de esa exploración ocurre con las manos y la boca. Les encanta aprender y descubrir cómo hacer cosas nuevas por su cuenta. Aprovecha esta etapa de curiosidad para establecer una base sólida de alegría en torno a las comidas.
Haz preguntas (aún cuando tu hijo(a) sea demasiado pequeño(a) para responderte). Muéstrale cosas interesantes sobre la comida, usa palabras descriptivas para hablar sobre ella o cuéntale historias y describe lo que serviste en su plato. Muéstrale al/a bebé cómo pelar un plátano para encontrar la deliciosa fruta que contiene o pídele a tu niño(a) que encuentre la bola dorada dentro de un huevo cocido. Intenta ver la comida a través de los ojos del/a niño(a) (como algo nuevo) y desarrolla curiosidad por saber cómo se siente, huele, sabe e incluso suena dentro de tu boca mientras que descubren los alimentos juntos.
Enfócate en la exploración, no en el consumo.
Cuando hablamos de exploración, nos referimos a tocar, oler, observar, revolver, aplastar, verter, recoger y otras acciones relacionadas con los alimentos que no incluyen comer. Los niños pequeños son curiosos por naturaleza y están impulsados por su desarrollo a explorar. Si un(a) niño(a) no come alimentos sólidos a la hora de comer, deja de lado la idea de que tú puedes controlar lo que el/la niño(a) prueba o come y deja que explore, cosa que, según las investigaciones, eventualmente conduce al consumo con el tiempo.
Los bebés tienen una importante red de seguridad en la leche materna y/o fórmula, la cual puede satisfacer sus necesidades nutricionales incluso si no comen un solo bocado de alimento sólido a la hora de la comida. Muchos niños pequeños también siguen teniendo esa red de seguridad, que puede ser un complemento cuando se niegan a comer alimentos sólidos a la hora de comer. Durante la niñez, existe un delicado equilibrio entre asegurarte de que el/la niño(a) tenga suficiente hambre para los alimentos sólidos en la mesa y ofrecer leche materna y/o fórmula como red de seguridad cuando sea necesario para garantizar que la presión en la mesa sea baja y el/la niño(a) no se vaya a la cama con hambre.
¿Buscas una forma de ayudar a un(a) niño(a) a explorar su comida sin presión? Consulta nuestras guías, Cómo motivar a los niños a explorar nuevos alimentos.
Minimiza las distracciones.
Los niños pequeños se distraen fácilmente: un juguete, un vídeo o incluso la mascota de la familia pueden distraer a un(a) niño(a) y descarrilar la hora de la comida. En lugar de hacer que vuelvan a la mesa de forma reactiva, trata de evitar la distracción antes de que suceda.
Guarda los juguetes o cúbrelos con una sábana o manta antes de la hora de comer
Apaga la televisión, la tablet y otras pantallas
Guarda todos los teléfonos o dispositivos electrónicos.
Mueve las mascotas a una habitación diferente
Pídele a otros adultos que no están comiendo que te den algo de espacio.
Sentarse a comer junto con el/la niño(a) también aumentará la cantidad de tiempo que está dispuesto(a) a sentarse en la mesa.
No presiones al/a niño(a) para que coma.
Las investigaciones nos muestran que presionar a los niños a comer tiende a empeorar, no a mejorar, la alimentación del/a niño(a). Si quieres que un(a) niño(a) coma más, presiónalo(a) menos.
Evita hablar acerca de qué, cómo o cuánto come el/la niño(a) a menos que sea absolutamente necesario, como cuando algo no es seguro. En lugar de comentar sobre el consumo, concéntrate en mantener una conversación. Si un(a) niño(a) es demasiado joven para mantener una conversación, intenta narrar lo que ves. Por ejemplo:"¡Oh mira! ¡Veo algo rojo en mi plato!” Cuéntale una historia sobre ti o háblale acerca de tu día, o de los planes para el día o la semana.
Finge indiferencia ante el rechazo de alimentos.
Imagina que acabas de preparar una comida para compartir y el/la niño(a) se niega a probarla. En el momento, es probable que desees animar al/a niño(a) a darle “sólo una probadita” o incluso presionarlo(a) para que coma. No te dejes llevar por este impulso. En lugar de hacer eso, finge indiferencia. Finge que no te importa si lo come o no. Ignora el rechazo y mantén la calma.
A menudo, esta falta de respuesta emocional es suficiente para que el/la niño(a) decida comer bajo sus propios términos. Si finalmente decide no comer, esa también es su decisión. Respetar esa decisión contribuirá en gran medida a prevenir luchas de poder en la mesa más adelante. En lugar de participar de esas batallas, enfócate en tu propia porción y crea un ambiente de “fiesta”, con música ligera y sonrisas, incluso si el/la niño(a) no está comiendo.
No elogies al/a niño(a) por comer.
Por mucho que desees celebrar al/a niño(a) o decirle que hizo un buen trabajo por probar el brócoli, detente y abstente de elogiarlo(a) por comer.[8]
Los elogios, incluso en la forma más positiva, pueden sentirse como presión. “Mamá se alegra cuando me como la comida. Para hacer feliz a mamá, tengo que comer”.
Los elogios pueden restar valor a las señales internas de hambre y saciedad del/a niño(a). Los niños necesitan aprender a comer cuando su cuerpo tiene hambre y a dejar de comer cuando se siente lleno. Comer o no comer para complacer a alguien no ayuda al/a niño a desarrollar esta conciencia.
Si quieres celebrar, enfócate en elogiar la habilidad o la valentía que se necesita para hacer algo aterrador o explorar algo nuevo.
“¡Qué bien pinchaste ese calabacín! ¡Puede ser difícil recoger el calabacín con un tenedor!
“Vaya, veo que probaste ese pollo picante por primera vez. Eso fue muy valiente de tu parte”.
En lugar de celebrar, intenta narrar o describir lo que ves. La narración le muestra al/a niño(a) que estás poniendo atención, que es muy importante para los niños pequeños, pero sin sentir que hay un “juicio”:
“¡Guau! Estás explorando el salmón.”
“Veo que no te sientes seguro(a) del mango aún, pero le diste una mordida y luego la escupiste.”
Sigue compartiendo nuevos alimentos.
Incluso cuando un(a) niño(a) decide no comer, enfócate en la exposición y comparte una amplia variedad de alimentos que desees comer. Simplemente poner comida en la mesa ayuda a generar exposición al fomentar la exploración: ver, oler, observar, tocar y observar cómo comes. A medida que el/la bebé se convierte en niño después de los 12 meses de edad, esta exposición regular en la mesa ayuda a desarrollar y ampliar sus preferencias incluso cuando pasa a la etapa natural de selectividad alimentaria.
Tú ofreces y el/la niño(a) decide. En pocas palabras, hay ciertas cosas que no están bajo tu control, incluyendo si el/la niño(a) come y cuánto come. Tú puedes controlar la comida que se sirve, cuándo se sirve y tu actitud en la mesa. Pero no puedes controlar si el/la niño(a) come o cuánto come. Este marco ha sido respaldado por investigaciones y se ha utilizado en la terapia de alimentación durante décadas para ayudar a las familias a crear un entorno libre de presión durante las comidas.
Como padres y cuidadores, a veces puede parecer que es posible “hacer” que los niños coman, y cuando aún son muy pequeños, tenemos más influencia sobre ellos, pero esa etapa se desvanece rápidamente. Recuerda:
Tú ofreces la comida y el/la niño(a) decide si quiere comer y cuánto.
Tú tienes la última palabra sobre lo que se sirve
Tú tienes la última palabra en cuanto a qué se sirve.
Tú tienes décadas de experiencia y sabes cosas acerca de los alimentos que un niño aún no posee, por lo que es razonable que tú tengas la responsabilidad de determinar qué alimentos van a la mesa. Claro que puedes y debes tener en cuenta las preferencias del/a niño(a), pero los niños no están preparados desde una perspectiva del desarrollo para escoger el menú regularmente.
Es importante dejar de lado la idea de que un padre, madre o cuidador puede obligar a un(a) niño(a) a comer. Poner comida en la boca de un(a) niño(a) “a fuerzas” no es seguro. Esta acción aumenta el riesgo de ahogamiento y hace que el/la niño(a) rechace la comida.
Debido a que el/la niño(a) está a cargo de cuánto decide comer, es natural que cometa errores, que son parte del proceso de aprendizaje. Incluso si tú sabes que el/la niño(a) no ha comido suficiente comida para sentirse satisfecho(a), incluso si sospechas fuertemente que el/la niño(a) ha comido en exceso, esa decisión es responsabilidad del/a niño(a) y se vuelve una oportunidad de aprender sobre sí mismo(a) y sobre la comida. Aprende cómo se siente dentro de su cuerpo en un momento dado. Puedes ofrecer, pero no deberías obligarlo(a) a comer.
Recuerda, un(a) niño(a) necesita orientación y límites empáticos mientras aprende a comer. Establecer los límites requiere de un equilibrio delicado. Quieres brindarle autonomía y respetar las señales de hambre y saciedad del/a niño(a), al mismo tiempo que le ofreces orientación y apoyo compasivos.
Servir las comidas en un horario constante y establecer los horarios del día en que la cocina está cerrada es una de las herramientas más poderosas durante los primeros años de vida de un(a) niño(a).
La mayoría de los bebés deben ser alimentados “a demanda” durante los primeros meses de vida, ya sea con tomas de pecho o biberón. Pero las comidas en la mesa son un poco diferentes. Es importante que aún los comensales más pequeños puedan comenzar a anticipar cuándo será hora de ir a la mesa y prepararse mental y físicamente para participar de la hora de la comida. Es similar a tener una rutina regular a la hora de dormir, que prepara el cerebro y el cuerpo del/a niño(a) para lo que viene después. Al comienzo de la alimentación complementaria no es necesario seguir un horario estricto, pero entre los 12 y los 18 meses de edad, lo ideal es avanzar hacia tener un horario constante de 3 comidas principales al día, con 1 o 2 oportunidades de refrigerios adicionales si así lo deseas.
A menudo, los niños que eligen no comer a la hora de la comida no tienen suficiente hambre como para considerar explorar lo que se ofrece durante la comida. Muchos de estos niños comen ‘snacks’ o pequeños refrigerios constantemente cada hora (o con mayor frecuencia). Otros beben grandes cantidades de leche de vaca como bebida con las comidas o entre comidas y refrigerios. Algunos niños pequeños (de 12 meses en adelante) también pueden estar tomando una cantidad significativa de fórmula o leche materna de un biberón, o amamantando a libre demanda. Cada uno de estos factores tiene un impacto sobre el apetito del/a niño(a) a la hora de comer, y es probable que hacer algunos pequeños ajustes en los horarios haga una gran diferencia.
La mayoría de los expertos coinciden en que los niños pequeños necesitan entre tres y seis comidas diarias, espaciadas aproximadamente cada dos o tres horas. Un horario de comidas común es desayuno, refrigerio, almuerzo, refrigerio y cena. Son cinco comidas: tres comidas principales y dos refrigerios. Sin embargo, cada cultura alimentaria es diferente y, si bien algunos niños necesitan comer refrigerios durante el día, otros están bien con solo tres comidas al día. Es importante responder a las necesidades del/a niño(a), así que crea un horario de comidas que se ajuste a la cultura y circunstancias de tu familia.
Conforme el/la bebé se convierte en infante una vez que alcanza los 12 meses de edad, nosotros sugerimos servirle tres comidas principales de alimentos sólidos cada día. Recuerda que cualquier toma de leche o fórmula que se le ofrezca al/a niño(a) (leche materna, leche de vaca, fórmula, etc.) también constituye una comida. Por ejemplo, para un niño pequeño que toma pecho o biberón tres veces al día, es probable que no necesite refrigerios además de las tres comidas principales de alimentos sólidos. De hecho, es posible que el/la niño(a) no tenga hambre durante las tres comidas principales de alimentos sólidos si bebe tanta leche o fórmula.
Si bien esto puede no ser un problema para todos los niños, si notas rechazo constante durante las comidas, comportamientos como lanzar la comida y/o una capacidad de atención muy corta en la mesa, es momento de buscar el "por qué" detrás de esos comportamientos. Es posible que el/la niño(a) esté comiendo más de cinco veces al día, incluidas las comidas sólidas y las tomas de pecho o con biberón. O tal vez el/la niño(a) está haciendo tomas de pecho o biberón por la noche además de las comidas diurnas. Si esto te suena familiar, puede que sea hora de modificar el horario de alimentación. Considera reducir la cantidad de leche materna o de fórmula por día, esto puede crear oportunidades para que el/la niño(a) venga a la mesa con un poco más de hambre, lo que ayuda a motivarlo(a) a intentar comer alimentos sólidos a la hora de la comida.
Visita nuestro artículo Horarios de alimentación para más información e ideas. Para ideas sobre cómo manejar los comportamientos desafiantes a la hora de comer, echa un vistazo a nuestro Pase completo para niños pequeños.
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