La pandemia de COVID-19 ha resultado en grandes cambios en nuestras vidas y en las vidas de nuestros hijos. La pérdida de olfato y gusto y el cambio en los hábitos alimentarios en niños y adultos infectados con COVID-19 está bien documentado. Si bien el COVID-19 puede presentarse con muchos diferentes síntomas (fiebre, tos, diarrea, vómitos y dolor de garganta, entre otros), la incidencia de pérdida del olfato (anosmia) y cambio en el gusto (disgeusia) se ha notado en más del 37% al 41% de pacientes pediátricos y adultos. Además, los estudios científicos han encontrado que estos tienden a ser unos de los primeros síntomas y que, en personas que son en gran parte asintomáticas, pueden ser los únicos síntomas.
Detectar la anosmia y la disgeusia en los niños pequeños, especialmente en aquellos que todavía no hablan, es increíblemente difícil y puede ser posible que la mayoría de casos ni siquiera sean reportados por lo mismo. Los niños menores de 2 años por lo general no tienen las habilidades complejas de lenguaje expresivo necesarias para comunicar cambios en su olfato y gusto. Por ende, se ha sugerido que una aversión súbita a los alimentos (rechazo abrupto a comer sólidos) es una señal de pérdida del gusto y/o olfato en los niños pequeños. Incluso, según un caso recientemente publicado, el rechazo abrupto de alimentos en niños menores de 2 años puede ser uno de los primeros síntomas. Desafortunadamente, está bien documentado que la anosmia y la disgeusia debidas al COVID-19 pueden variar en términos de duración desde dos días a varios meses. Independientemente de la duración de estos síntomas, el resultado podría ser una aversión prolongada a una variedad de alimentos que el/la niño antes disfrutaba y causar estrés en general a la hora de comer para toda la familia.
La aversión a la comida puede suceder a raíz de una variedad de razones: alimentación prolongada con cuchara, exposición limitada a diferentes sabores, olores y texturas, asociaciones negativas repentinas con la comida, entre otros. ¿Alguna vez has dejado de comer un alimento que te provocó una intoxicación estomacal o al último alimento que comiste antes de enfermarte del estómago? Las aversiones a alimentos específicos pueden ocurrir por muchas razones y pueden ocurrir a cualquier edad.
En el caso de COVID-19, sospechamos que los/las niños(as) presentan aversión a los alimentos debido a un cambio significativo en el olfato y el gusto. Sin embargo, puede haber una variedad de factores que contribuyan a la aversión. La mayoría de los/las niños(as) pequeños(as) experimentan neofobia alimentaria, o miedo a los alimentos nuevos, por lo que es posible que solo se sientan seguros(as) comiendo alimentos familiares. Ahora imagina que en lugar de que las fresas familiares tengan un sabor dulce o su plato favorito de carne molida tenga un sabor salado, ambos tienen un sabor amargo o agrio o completamente diferente. El “no saber” y “no entender” por qué pasó esto puede ser muy incómodo y provocar miedo o aversión a todos los alimentos. Un(a) niño(a) pequeño(a) también puede sentirse engañado(a), ya que la comida no tiene el sabor esperado y puede dejar de confiar en su cuidador(a). Si bien esto puede parecer una exageración, un estudio realizado en niños(as) sometidos a quimioterapia para el cáncer encontró que los/las niños(as) experimentaron cambios en el gusto, y ellos(as) informaron que estos cambios eran responsables de la disminución de ingesta de alimentos y de las aversiones posteriores. Sospechamos que es un problema similar el que está sucediendo en los/las niños(as) que tienen pérdida del olfato y/o del gusto después de la infección por COVID-19.
Además, no podemos descartar los efectos que la misma enfermedad puede tener sobre el deseo y el interés general por comer. El rechazo de los alimentos es común en los/las niños(as) cuando están enfermos con cualquier infección respiratoria o virus estomacal y debemos esperar lo mismo de los/las niños(as) que están enfermos con COVID-19. Además, la ansiedad y el estrés general causados por el cierre de la escuela o la guardería, los familiares enfermos y el aislamiento social pueden contribuir a la alimentación quisquillosa en algunos(as) niños(as), ya que lleva a un comportamiento más rígido y a la búsqueda de control, o a un aumento de desbordes emocionales.
En las primeras etapas de la enfermedad, enfócate en la hidratación mientras continúas llevando a el/la niño(a) a la mesa si tiene la energía para hacerlo. Algunas opciones excelentes de hidratación para niños(as) pequeños(as) mayores de 12 meses incluyen:
Leche (leche de vaca, leche materna/humana o alternativa a la leche)
Agua
Pedialyte, agua de coco o paletas heladas de leche materna/humana
Sopas con caldo
Evita presionar a el/la niño(a) para que coma en esta fase. Enfócate en mantener a el/la niño(a) cómodo(a). Por ejemplo, puedes llevar a el/la niño(a) a la mesa pero dejar que se acurruque en tu regazo. De esta manera, si tiene la energía y el deseo de comer, está allí en la mesa y puede participar si así lo desea, pero también tiene tus brazos reconfortantes para relajarse. Está bien si no es posible venir a la mesa durante los períodos más severos de la infección, pero trata de venir a la mesa siempre que sea posible.
A medida que el/la niño(a) comience a recuperarse y creas que tiene la energía para participar de las comidas en la mesa, considera decirle algo como:
“No tienes que comer nada, pero tal como lo hacemos todas las noches, todos vamos a sentarnos en la mesa".
O
"Sé que no te sientes bien, ¿te gustaría sentarte en mi regazo esta noche?"
Incluso si el/la niño(a) no está interesado(a) en comer, mantén su horario normal de comidas durante la fase posterior a la enfermedad. Continúa ofreciendo alimentos a intervalos regulares para mantener la consistencia.
Si descubres que tu hijo rechaza con frecuencia los alimentos que aceptaba felizmente antes de la enfermedad, es posible que ayudarlo(a) a restablecer sus patrones de alimentación habituales requiera un poco de esfuerzo adicional.
Cocinen o preparen una comida juntos. Lleva a el/la niño(a) a la cocina y deja que te ayude a cortar (con un cuchillo seguro para niños(as), mezclar y cocinar. Las investigaciones muestran que cocinar promueve el interés en nuevos alimentos.
Cocinen un refrigerio o una comida que no le vas a servir a el/la niño(a) para mantener la actividad libre de presión.
Cocinar no tiene por qué ser complicado. Pueden cortar las hojas y el tallo de las fresas o usar un cuchillo seguro para niños(as) para cortar un plátano y acomodarlo en un plato.
Recuerda que el sabor de los alimentos familiares y preferidos puede verse afectado, por lo que este puede ser un buen momento de preparar alimentos nuevos.
Nombra el alimento y descríbelo de acuerdo a cómo se siente, se ve o actúa. Queremos tratar de darles a los/las niños(as) pequeños(as) el lenguaje para describir sus alimentos, pero también queremos reconocer que sus descriptores pueden no coincidir con los nuestros en este momento, especialmente sin un sentido claro del olfato o del gusto. Concéntrate en cómo se siente, se ve o actúa la comida en lugar de cómo sabe. Intente preguntar:
"¿Cómo se siente el mango para ti?"
“Es naranja como un melocotón”.
“¿Crees que saldrá jugo si lo aplastamos?”
Sirve trozos muy pequeñitos de alimentos familiares y nuevos. Si bien, por lo general, esto es algo que puedes hacer con un alimento nuevo, durante la recuperación de la anosmia y la disgeusia, intenta servir solo unos pocos bocados muy pequeños de cada alimento en las comidas. ¿Por qué? Recuerda, todo puede tener un sabor diferente. No queremos abrumar a el/la niño(a) con un enorme plato de comida. Mantén un plato grande con el resto de la comida, para que pueda ver cuál es el platillo completo o para que pueda pedir más si lo desea.
Tengan las comidas y los refrigerios fuera de la mesa. A medida que pasa más tiempo desde que el/la niño estuvo enfermo(a), si continúa rechazando las comidas, especialmente si parece incómodo(a) al venir a la mesa a la hora de comer en general, considera retirarse de la mesa durante unos días para disminuir el estrés y aumentar la novedad. A veces, un cambio de ambiente es suficiente para reavivar el deseo de un(a) niño(a) de interactuar y comer la comida que se le sirve. Recuerda que el/la niño(a) debe estar sentado(a) mientras come. Caminar, correr o jugar con comida en la boca no es seguro. Intenta:
Colocar una manta afuera o en un parque.
Comer en un fuerte de almohadas en la sala.
Servir un refrigerio en una tienda o casa de juegos.
Usa la empatía y estrategias de calma para ayudar a el/la niño(a) a regularse, luego participen de una actividad. Si el/la niño(a) pequeño(a) se niega a comer, intenta decir lo siguiente:
"Está bien, te escucho". [Pausa] “No tienes que comer esto si no lo quieres”.
“¿Te gustaría un abrazo o sentarte en mi regazo por un minuto para ayudar a calmarte?”
Una vez que esté tranquilo(a), intenta: "Por favor, ayúdame a espolvorear estos ingredientes (granos, levadura nutricional, semillas de cáñamo) en mi plato".
“Está bien si no tienes hambre ahora. Nuestra próxima comida será en dos horas.
Considera añadir más sabor a la comida para ver si esto ayuda. Por ejemplo, puedes agregar más condimentos (hierbas y especias, no sal), añadir sabores como limón o vinagre, o servir salsa adicional para remojar. Estos sabores pueden ser lo suficientemente fuertes como para manifestarse a medida que el/la niño(a) recupera el olfato y el sentido del gusto.
Califiquen y den una puntuación a diferentes alimentos después de una comida. Crea una tabla con caras de emoji que tu y el/la niño(a) puedan colorear o encerrar para describir cuánto les gusta o no les gusta un alimento.
Sus decisiones pueden estar dispersas y no tener mucho sentido, incluso para los mismos alimentos en días consecutivos, ¡Está bien!
Busca patrones en como el/la niño(a) califica los alimentos, especialmente al poco tiempo después de la infección. Por ejemplo, toma en cuenta si tu hijo(a) parece calificar todos los alimentos ácidos como "no me gusta" o incluso como “si me gusta”.
Es posible que notes que todos los alimentos dulces parecen preferidos por ahora. Puede que no haya algún tipo de patrón uniforme, pero puede proporcionarte información sobre qué sabores se ven más afectados.
Lo que descubras puede ayudarte a planificar las comidas y elegir combinaciones de sabores para los próximos días o semanas mientras el/la niño(a) se recupera.
No presiones a el/la niño(a) para que coma. Entendemos que esto puede ser difícil cuando notas una actitud quisquillosa hacia la comida y rechazo a los alimentos. Queremos que nuestros(as) hijos(as) vuelvan a la “normalidad”, especialmente después de algo tan estresante como el COVID-19. Pero cuanto más presionado(a) se sienta un(a) niño(a) para comer, menos comerá.
No elogies cuando coman o prueben alimentos. La mayoría de los niños interpretarán esto como presión. Abstente de toda forma de presión, incluida la presión positiva (p. ej., “¡Buen trabajo por comer eso!”). Esto podría ser contraproducente con un(a) niño(a) con anosmia y disgeusia, ya que puede comer en el momento, pero tener una sensación negativa de presión y mal sabor asociado con la comida.
Evita decir: “Pero antes te encantaba esta comida”. Especialmente con niños(as) muy pequeños(as) que no pueden explicar los cambios en el gusto. Aunque eso pueda tener sentido para ti, puede ser confuso o frustrante para el/la niño(a).
Evita tener una reacción grande si el/la niño(a) dice que no le gusta un alimento. Ten en cuenta que estas preferencias probablemente sean fugaces y cambiarán una vez que tu hijo(a) recupere el sentido del olfato y el gusto, por lo que no es necesario que evites esos alimentos en el futuro.
Para obtener más ayuda, consulta nuestras guías sobre cómo revertir la alimentación quisquillosa para obtener más estrategias.
Es muy difícil ver a tu bebé enfermo(a) y desinteresado(a) por la comida, especialmente cuando se trata de cosas que solía explorar con un gran deseo. Recuerda: los/las bebés menores de 12 meses todavía dependen de la leche materna/humana o fórmula como fuente principal de nutrición e hidratación. Los alimentos sólidos son extras.
Durante las fases de enfermedad activa y recuperación temprana, concéntrate en la hidratación:
Amamanta a el/la bebé y dale biberones con frecuencia, incluso con más frecuencia que antes de la enfermedad.
Ofrece paletas heladas de Pedialyte o leche materna/humana.
Concéntrate en que el/la bebé obtenga nutrición de las tomas de leche o fórmula.
Continúa con un horario regular de comidas en el que el/la bebé vaya a la mesa contigo mientras comes. Dejalo(a) sentarse en tu regazo y dale la oportunidad de explorar la comida del plato si así lo desea. No lo/la obligues, presiones o animes a comer nada.
La idea es mantener una rutina a la hora de comer, no “hacer” que el/la bebé coma.
En general, dale a el/la bebé unos días o semanas para que se recupere, se consciente de que sus papilas gustativas pueden haber cambiado y deja que el/la bebé se acostumbre lentamente a la comida.
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